Especies buscando especias

Compartir

Joaquín Gómez Cano

Biólogo y ornitólogo

Cuando hace cinco siglos partía de Sevilla la expedición comandada por Fernando de Magallanes, sus miembros salían al encuentro de una naturaleza desconocida. No podían internarse en las selvas ni alejarse de las costas y carecían de prismáticos o de material para bucear en mares tropicales. Sin embargo estaban acostumbrados a vivir en contacto con la naturaleza y pudieron asombrarse con lo que vieron: una esplendorosa biodiversidad, que conocemos en parte gracias a la relación escrita por Pigafetta, de cuyo texto vale la pena entresacar algunos casos llamativos.

Para empezar, cuando menciona que en una isla canaria hay un gran árbol “cuyas hojas y ramas destilan una gran cantidad de agua y al pie de este árbol hay una zanja a manera de estanque a la que cae toda el agua” está hablando del garoé herreño, posiblemente Ocotea foetens, un ejemplar que hasta su destrucción por una tormenta, en 1610, dio de beber a hombres y animales y en cuyo lugar se plantó otro similar.

Durante la travesía atlántica, menciona al cagasella que “vive de los excrementos de otros pájaros” a los que persiguen hasta hacérselos soltar. Se trata de un págalo, seguramente el Stercorarius parasiticus, que lo que busca en realidad es hacer regurgitar a otras aves los peces que acaban de capturar.

Cerca de Recife menciona un árbol de tronco espinoso, el Caesalpina echinata, del que se extraía un tinte tan rojo como las brasas (de ahí el nombre de Brasil) y que es utilizado hoy para fabricar el arco de los mejores violines.

En Río de Janeiro encuentra batatas Ipomoea batatas, planta conocida ya por Colón y muy apreciada en Europa. Allí mismo “tienen unos gatos maimones parecidos a los leones pero amarillos. Son bellísimos”. Es el tamarino león dorado Leontopithecus rosalia un precioso monito peludo del tamaño de una ardilla.

 

Cuando dice que los cerdos de esas tierras tienen el ombligo sobre el lomo, está hablando del pecari, cuya glándula almizclera dorsal es tan notable que hasta no hace mucho se le clasificaba como género Dicotyles; es decir, “dos ombligos” hoy se adscriben a los géneros Pecari o Tayassu.

En Puerto Deseado, ya en tierras desconocidas, ven dos islas tan llenas de patos y lobos marinos que en una hora llenan las cinco naves. Los patos no vuelan, son negros y están tan gordos que en vez de desplumarlos los desuellan. Esta es la primera cita de los pingüinos de Magallanes Spheniscus magellanicus. En cuanto a los lobos marinos, de los que hace una descripción muy precisa, se trata de los Otaria flavescens

 

En Puerto San Julián ven a un patagón vestido con la piel de un animal que “tiene cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y cola de caballo”. Esta llamativa mezcla corresponde al guanaco Lama guanicoe. Ven, también, avestruces, zorros y unos conejos más pequeños que los nuestros. Los avestruces son la Rhea americana; es decir el ñandú, un ave no voladora cuyo aspecto recuerda al avestruz africano. Los zorros son los zorros colorados patagónicos Lycalopex culpaeus en concreto la subespecie magellanicus, un gran depredador de estas regiones. En cuanto a los conejos, no está claro, pues las abundantes maras Dolichotis patagonum son bastante grandes.

En el estrecho de Magallanes comen una especie de apio, probablemente el Apium australe, que puede ayudar a prevenir el escorbuto, y contemplan a los peces voladores, los exocetidos, desplazarse por el aire para huir de su depredadores.

En la Filipina isla de Samar, Pigafetta explica el uso que hacen los nativos de la palma de areca Areca catechu cuya nuez, de poder excitante, se mezcla con cal y aromas y se mastica envuelta en hojas de Betel Piper betel. La saliva producida origina frecuentes escupitajos de color rojo.

En Leyte matan un murciélago grande como un águila. Posiblemente el zorro volador filipino, >Acerodon jubatus, hoy a punto de extinguirse. Ven también unas aves grandes como gallinas, negras y de cola larga: son los megapodios y como narra Pigafetta, en vez de empollarlos, la hembra entierra los huevos en arena para controlar su temperatura.

Encontraron dos moluscos tan grandes que la carne de uno pesó 26 libras y la del otro 44. Es la almeja gigante Tridacna gigas, cuya concha sirve de pila bautismal en muchas iglesias españolas. Habla luego de unos árboles cuyas hojas cuando caen a tierra están vivas y andan. Son los fásmidos o insectos hoja, un excelente ejemplo de mimetismo.

Ya en las Molucas habla del ave del Paraíso y cuenta su gran belleza y la importancia ritual como adorno.

Al repasar las frutas y aves típicas de las Molucas, Pigafetta comenta que hay muchos papagayos, algunos blancos a los que llaman cathara (casi seguro la Cacatúa alba, propia de las Molucas ) y otros rojos y , más caros porque hablan mejor.