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El quinto centenario de la primera circunnavegación del globo y la “globalización”

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Fernando Sáez Lara

Director del Museo Nacional de Antropología

Al arribar en septiembre de 1522 de nuevo a Sanlúcar, su puerto de partida, los supervivientes
de la expedición comandada por Magallanes y luego por Elcano, tras la muerte de aquel en
Mactán, confirmaban la proyección copernicana de la esfericidad de la tierra y completaban
tan sólo treinta años más tarde el sueño colombino de llegar a las Indias desde Europa
navegando hacia poniente, para de paso comprobar la enorme extensión hacia el sur de ese
gran y «desconocido» obstáculo que se había interpuesto en los propósitos de la armada del
genovés -¡nunca un accidente tuvo más tremendas consecuencias para la humanidad!- y sobre
todo establecer la finitud y, como diríamos hoy con un tecnoneologismo, la «conectabilidad»
de esa esfera sobre la que vivimos: era posible viajar en muchos menos años de los que duraba
entonces una vida media a cualquier punto del planeta y, lo que era más importante, también
hacer el viaje de vuelta trayendo cualquier tipo de mercancía cuyo valor, incrementado por su
exotismo, hiciera que mereciera la pena la «inversión»; más tarde sería también posible
«triangular» varios puntos de la esfera para llevar mercancías -incluidos seres humanos- de una
región a otra con el fin de mejorar la rentabilidad de determinadas producciones,
desdibujando sin contemplaciones los contornos preexistentes de ámbitos culturales
centenarios; y ya sería sólo cuestión de tiempo y desarrollo tecnológico que aumentara la
inmediatez de todas esas conexiones y se fueran intensificando hasta incluso convertirse en
virtuales, venciendo cualquier limitación física y a veces también ética que pudiera interferir en
el inexorable avance de ese concepto que en el siglo XIX llamábamos «progreso» y que ahora
preferimos denominar como «globalización», término más políticamente correcto y sobre todo
sin la carga negativa que ha ido adquiriendo aquel como excusa de grandes excesos, también
en un plano que hoy nos preocupa casi más que el cultural en las sociedades
autocomplacientemente autodenominadas «avanzadas», el ecológico, sin entender, con esa
capacidad para categorizar y disgregar los diferentes planos de la realidad que nos circunda
que sí es un legado aún vigente del pensamiento positivista, un pensamiento «global» pero
paradójicamente no sistemático, que, en efecto, esos planos están todos interconectados,
como bien nos enseñan otras culturas a las que no hemos querido escuchar e incluso por
encima de las que hemos pasado con arrogancia, cegados y ensordecidos por el ansia de
«conquista» de todos los ámbitos del planeta…
Esta rápida y muy intencionada visión diacrónica de lo que siguió a la «gesta» cuyo quinto
centenario vamos a conmemorar entre 2019 y 2022 resume la reflexión que en nuestro equipo
de trabajo ha suscitado la cercanía de esta efeméride, no tanto como reacción ante el riesgo
de que su evocación se convierta en una glosa de lo que nuestra «cultura» ha aportado a la
historia de la humanidad, que damos por descontado, sino también ante la tentación, desde
una perspectiva «global» supuestamente más integradora y renovadora, de presentarla de
forma acrítica como la prefiguración o el desencadenante de la primera etapa de este proceso
de «globalización» en que estamos inmersos o incluso, soltando incómodos lastres, de una
primera «globalización» que habría precedido, con sus defectos, a esta segunda etapa

posindustrial y postmoderna, mucho más justa y democrática, por ofrecer teóricamente
oportunidades para todos, disuelta la pasada hegemonía del mundo occidental. Sin embargo,
creemos que es necesario revisar críticamente las consecuencias que han tenido en la historia
de esos quinientos años no tanto la expedición que ahora recordamos por aquello de esas
«fechas redondas» que tanto nos gustan, al fin y al cabo un hito puntual, aunque muy
trascendente por la información que aportó a sus promotores, como las políticas de
«civilización» pero en realidad y paradójicamente de «salvaje» dominación del mundo que la
impulsaron. Y para ello creemos fundamental introducir en ese debate otras perspectivas o
visiones culturales, nunca mejor dicho, desde las antípodas físicas y mentales, algo para lo que
la moderna antropología ofrece las herramientas y sus museos, el entorno físico y virtual más
adecuado para ello. Creemos que es la mejor manera, desde esa supuesta convicción en las
ventajas del diálogo, las lecturas polifónicas y el respeto mutuo que la postmodernidad nos ha
traído, de aprovechar esta oportunidad no tanto para «pasar la página» de forma menos
injusta como para invitar a la comunidad científica y por extensión a nuestra sociedad a
«releerla» de una nueva manera de aquí en adelante. Y ya de paso, oh, vana inquietud, que
habría dicho el poeta, no sólo aprender de esa historia para no repetir errores de cara a la
nueva etapa de «globalización» en que nos adentramos -¿o era la misma?- sino sobre todo
para hacerlo de otra manera, con otro talante, evitando el peligro de la homogeneización
cultural a ultranza e incorporando la diversidad cultural como una riqueza y un factor de
prevención y corrección de cualquier tentación de unificación y dominación de la humanidad
por parte de poderes y pensamientos excluyentes. Y además creemos que es importante
incorporar estas visiones a los proyectos promovidos por las propias instituciones públicas,
como la nuestra, no sólo tolerarlas o aceptarlas como algo «externo» o reducido al siempre
más cómodo y subjetivo entorno de la creación artística, para reconocer su validez y su
legitimidad, sin miedo y sin limitaciones.